Siempre me cautivo la idea de saber que si saltábamos, íbamos hacerlo las dos:
-Agárrate a mí con todas tus fuerzas, como si fuese el último abrazo en mucho tiempo, porque la hostia que nos viene es muy fuerte.
Me decías mientras nos preparábamos para lanzarnos a un lugar en el que yo, en esos instantes tan solo sentía vértigo pero sabía que ese borde llevaba tu nombre y que por ti me dejaría caer las veces que hiciese falta.
Me agarré a ti muy fuerte, creía que era la única forma de protegerte, no quería que te pasase nada.
Saltamos.
Lo que yo no sabía, era que tú llevabas un paracaídas el cual ibas a usar cuando estuviésemos a kilómetros del lugar que del que decidimos saltar.
Me soltaste, te deshiciste de mis manos rodeándote y agarrándote fuertemente porque mi plan, era que no te hicieses daño, y realmente así fue.
Los daños, me los lleve yo, tu saliste impune de esta caída de la que yo estuve engañada desde un primer momento.
Tenía el corazón lleno de brechas, y mis labios que siempre te dedicaron a ti mis te quiero mas sinceros estaban llenos de heridas.
Si algún día te pasa algo similar con alguien que no fuese yo, trata de salvarte porque a mí, ya no me quedan ni fuerzas ni ganas.
Se que no me mentiste del todo, porque la hostia me vino muy fuerte y demasiado grande para mí sola.
Fue bonito morir por ti e intentar que fuese a tu lado.
Llámame tonta, pero volvería a morir por ti muchas más veces.
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